domingo, 12 de noviembre de 2017

Recibir donaciones no es delito

Las donaciones vistas contractualmente tienen por causa "la mera liberalidad del bienhechor" y de la cual participan dos sujetos, uno llamado el donante quien da, por un lado y por el otro, el denominado donatario quien recibe la cosa objeto de la donación; perfeccionándose una vez el donatario la acepte y conozca el donante; motivo por el cual de ser repudiada no se entiende perfeccionada la donación, según rezos de los artículos 939, 944, 950 y 1125 del Código Civil.

Estas además y a voluntad del donante, pueden ser condicionadas al cumplimiento de una condición u obligación de parte del donatario; pudiendo revocarla hasta por ingratitud del donatario.

Claro esto, veamos si el acto de entregar dineros por Odebrecht a partido políticos, candidatos, funcionarios de gobierno o a personas a fines, califica como una donación, o bien ni siquiera como negocio jurídico por carecer de causa lícita.

Puedo aceptar bajo sospecha, el argumento sostenido en cuanto a que al recibirse la donación fue en plena campaña política y desconocían el "esquema lubricador" utilizado por Odebrecht. También el esgrimido por la iglesia católica que sin desconocerla las asimiló a un programa de responsabilidad social empresarial. No obstante, tal ingenuidad deslumbra pero no obnubila la razón ni el sentido común.

Ahora bien, lo cierto es que el donatario por conducta concluyente reveló suma preocupación, hoy por hoy, por no calificar como ingrato y cuidando hasta de la alimentación del donante y toda su prole de conformidad con lo dispuesto por el artículo 965, numeral 3 del Código Civil; basta revisar sus actos tras recibir los dineros, ganar las elecciones en mayo de 2009, ser despedido del gobierno vía Twitter en septiembre de 2011, así como después de electo presidente el 4 de mayo y asumir el gobierno el 1 de julio de  2014.

Si pasamos lista de algunos de ellos tenemos los siguientes:

1. Se le asegura la contratación para la construcción de la línea dos del metro, decisión cuestionada por unos y comprendida por otros, mientras un alcalde capitalino sirve de mandatario otorgando contratos al donante y hasta defiende frente a la comuna.

2. Promete maniobrar y controlar las investigaciones adelantadas por el Ministerio Público a directivos del donante, a cambio de que suministren información en contra de Martinelli y funcionarios de su gobierno, cuidando no vincular a otros que comparten el gobierno actualmente dizque por la gobernabilidad.
  
3. Lograr alinear al resto de los Órganos del Estado, uno para que proponga el Proyecto de Ley 245 de 21 de septiembre de 2015, y el otro lo apruebe en tercer debate el 13 de febrero de 2017, para después de su sanción presidencial convertirlo en la Ley 4 de 17 de febrero de 2017, que le garantiza a directivos del donante que no serán procesados por la justicia penal panameña.

4. Cumplir lo prometido en cuanto a que tanto el Ministerio Público como el Órgano Judicial, tras la formalización de los acuerdos de pena y colaboración eficaz, solicitarían su homologación, aprobación y archivo de la causa judicialmente; tal cual acaba de ocurrir en audiencia bajo reserva. 

Queda claro que a Odebrecht no inspiró la mera liberalidad para entregar dineros, lo fue siempre comprometiendo y condicionando de manera inmediata y a futuro, la voluntad y conducta de quien recibió los dineros en tiempos pretéritos; compromisos que de antemano sus participantes cuentan con el estado de consciencia suficiente, para discernir que están generando un contrato criminal o sea, simulando hechos y actos con fines ilícitos.


En fin, hablar de donación es sofisma puro y para “mentecatto” por no decir “pendejos”. Lo triste es que a quienes corresponde desvirtuarlos dentro de la institucionalidad son parte de la estratagema, para asegurarle la legitimación de los capitales e impunidad a una clase política, tal cual ha ocurrido históricamente en este país. Mejor no sigan jugando con la historia, porque el “déjá vu” del pueblo puede pasar de una sensación a una realidad actual, repitiéndose historias del pasado, tanto antes como después de 1968.