domingo, 6 de mayo de 2018

MI PROMESA LA CUMPLIRÁ OTRO DE FINDANQUE A TOLEDANO

1. Oportunidad.

¿Si es oportuno o no instar un proceso constitucional en estos momentos? La posible respuesta será diversa si le preguntas a un politólogo, jurista, economista, sociólogo, político o a Pelúa; sirviendo hasta para elaborar tesis que ni siquiera el “Mago Lord Voldemort” podría imaginar. Lo cierto, no obstante, es que todos al unísono y por años exigimos una nueva Constitución Política, es más, no estamos dispuesto a acepta otra reforma constitucional.

Si lo vemos así, consideraría que cualquier momento es oportuno para un nuevo pacto social dado que la institucionalidad como sus exponentes están en crisis, porque las estructuras sociales sobre las cuales descansan han quebrado o colapsado, compartiendo del “pan maldito de la corrupción”, tal cual lo revela el caso de la planilla 080 entre otros muchos; comunión que explica la desidia y apatía de la sociedad panameña frente al acontecer nacional, sintetizada bajo el eslogan que: “todo el que al gobierno llega, roba, resuelve, va ‘palante y aquí no pasa nada”.   

Por tanto, sugiero estar vigilante de todo el proceso, especialmente del que servirá para la elección y conformación de los sesenta miembros de la Asamblea Constituyente Paralela; porque vaticino, no sin antes invocar la venia de Nostradamus, que la Asamblea Nacional aprobará la propuesta y el pueblo votará a favor de su constituyente preferido, conforme con el método constitucional elegido y promovido por el Órgano Ejecutivo, según artículo 314 de la Constitución Política de la República, introducido tras las reformas constitucionales del año 2004.  

2. Legitimidad.

Vista formalmente, no hay duda en cuanto a que el ejecutivo cuenta con la facultad para promover una Asamblea Constituyente Paralela, conforme lo dispuesto por el artículo 314 de la Constitución Política de la República, reiteramos.

En cambio, vista materialmente la legitimidad, estimo que los gobernantes, políticos ni partidos políticos cuentan con ella para promover, mediante una Asamblea Constituyente Paralela, una nueva Constitución Política, porque ya no le creemos ni aunque vengan de la mano con Jesucristo.

Entonces, como quiera que el pueblo, sociedad civil organizada, Miguel Antonio Bernal ni el Defensor del Pueblo, se abocaron a conformar una iniciativa ciudadana; el Órgano Ejecutivo promoverá la Asamblea Constituyente Paralela como alternativa para el proceso constitucional, aprovechando hábilmente el letargo social que viene caracterizando a la sociedad panameña.

3. Finalidad.

La primera, disipar cualquier movimiento popular o conato con miras a una Constituyente Originaria, valiéndose de un posible colapso del Estado o lograr captar la atención de las mayorías, hastiadas de la seudo-institucionalidad bajo la cual vivimos gobernantes y gobernados.

Detrás de esto sin hesitación está confabulada toda la clase que controla el poder económico del país, puesto que han trazado una estrategia económica en materia logística que les aseguraría la existencia de los suyos, mientras mantengan el poder político y los niveles de agua su canal.

La segunda, asegurar a la clase que controla el poder económico que el próximo gobierno cumplirá la promesa panameñista de dotar al país de una nueva constitución. Sí, cualquiera que resulte electo el 5 de mayo de 2019, la cumplirá por ellos.

Dejándoles además un comodín en caso tal, que colapsen las estructuras del Estado o bien, se despierten las alertas populares tras un fraude electoral o asalto del poder. En fin, esta parte del plan no es idea de ninguno de los partidos ni políticos del país, sino del Club de Bilderberg, no disculpen me equivoqué, de los socios del Club Unión.

La tercera, aunque sin ser necesaria debido al letargo social, entretener y distraer la atención del pueblo panameño, mientras Odebrecht y Meco colaboran con “transparencia y honestidad con la gestión del gobierno central y municipal” con empleo y un porcentaje de acuerdo a “el mecanismo”.

En conclusión, la movida ha sido diseñada de tal manera, que no es preocupación máxima quién pueda ganar las elecciones ni cuántos votos pueda atraer a favor del Partido Panameñista.